viernes, 28 de agosto de 2009

Book II, Capítulo VII, Confianza


“Un libro abierto es un cerebro que habla;

Cerrado un amigo que espera;

Olvidado, un alma que perdona;

Destruido, un corazón que llora”.

Proverbio hindú

Capítulo VII

Confianza

April dio un ligero respingo cuando Caleb apareció a su lado envuelto en una nube de humo con un ligero chasquido, él tropezó un par de veces en las piedras sueltas hasta detenerse, un poco más adelante de Kevin e Isis.

-Odio viajar con magia –dijo Caleb sonriendo mientras se rascaba la nuca distraídamente.

-¡Nos has dado un susto de muerte! –se quejó April adelantándose hasta él.

-Lo siento –se disculpó él para luego voltear a ver a Isis que estaba tan pálida como el papel y respiraba con dificultad -¿Qué sucedió?

-Encontramos la pista –dijo sin aliento Isis –pero te la mostrare luego porque el volcán está a punto de entrar en erupción.

Caleb elevó su vista hacia el cráter humeante y otro rugido del volcán hizo temblar el suelo a sus pies, tenían que alejarse lo más que pudieran del volcán pronto, si no querían terminar hechos cenizas. Sería mejor apresurarse, Isis realmente se veía demasiado herida, caminó hasta ella y comprobó su estado con la mirada, en realidad estaba demasiado herida para su gusto y estaba seguro que ese frágil humano no la soportaría por mucho tiempo más.

-Bien, salgamos de aquí –dijo Caleb mientras colocaba un brazo sin fuerza de Isis sobre sus hombros y colocaba su mano detrás de la cintura de ella, susurró el hechizo e hizo aparecer una flecha sobre su mano libre.

-April acércate –le dijo a la rubia antes de pronunciar el hechizo de tele transporte con voz aguda, usar magia estaba cobrando factura en su cuerpo –ep pac megeppac[i].

Sus cuerpos empezaron a girar tan pronto como las palabras de Caleb golpearon el aire, Isis apretó los ojos, su cuerpo dolía más de lo que ella esperaba y ese hechizo no estaba ayudando en nada a calmar su dolor, lo único que la motivaba era saber que ese hechizo era corto.

Soltó el aire que inconscientemente había estado reteniendo, cuando por fin los caballos aparecieron a su vista y sus pies tocaron suelo. Caleb sabía que si el volcán Deter entraba en erupción, aún en el lugar en el que estaban era sumamente peligroso, y con la pista ya en las manos de Isis sería mejor partir al árbol de los mundos donde podrían descifrarla con mayor facilidad. Suspiró, esperaba que ese fuera el último hechizo que hiciera por el día, pero un vistazo a Isis bastó para comprender que aun tenía que sanarla con magia si quería que sanara pronto.

-Kevin, April, desaten a los caballos iremos al árbol de los mundos –dijo Caleb a lo que los chicos obedecieron sin pestañar, él supuso que debían estar un tanto asustados.

-¿Puedes montar, Isis? –Preguntó el castaño cuando Dorado trotó hacia ellos.

-Eso creo –contestó ella débilmente, pues su mente estaba tratando por todos los medios de evadir el dolor que provocaban sus manos heridas.

-Yo la cuidare amo Caleb –dijo Dorado para luego moverse para darle mayor facilidad a Isis para montar.

-Bien, entonces vamos – susurró él, y ayudó a Isis a montar en Dorado, volteó y vio a Kevin y April ya montados en Ror, ahora solo faltaba él –Ven Carly –llamó, y la yegua trotó hacia él y rápidamente la montó.

Dorado y Ror se habían colocado a su lado, por cuarta vez en ese día llamó a su flecha con las fuerzas diluidas y la voz pesada, y pronunció el hechizo. Esta vez necesitaría más energía para poder llevar a los caballos consigo pero eso hacía el viaje más cómodo. El mundo volvió a girar ante sus ojos y rápidamente el árbol de los mundos les dio la bienvenida. Carly trotó hacia Isis, quien aun apretaba con fuerza los ojos cuando el vértigo se disipó, Caleb negó con la cabeza, ella no debía estar nada bien.

-¿Puedo ver la pista? –preguntó Caleb a Isis, después se preocuparía por sus heridas.

-Claro, pero tendrás que sacarla tú –le dijo ella y le mostro sus manos que brillaban en rojo al encontrarse en carne viva, Caleb frunció el ceño –está en la bolsa –agregó ella señalando el bolso café que colgaba al lado de su cadera.

Caleb hizo que Carly se acercara más a Dorado, él estiró ligeramente su brazo, sólo lo suficiente para alcanzar el bolso café, rebuscó por unos segundos hasta que sus dedos toparon el metal y extrajo la delgada tiara del pequeño bolso.

-Es la corona de Zane –dijo Kevin al ver que Caleb miraba la corona incrédulo.

-Lo sé –contestó Caleb distraídamente, mientras le daba vueltas a la tiara hecha de hilos de oro y plata trenzados delicadamente de tal forma que parecieran hojas y ramas de rosa entrelazados, una media sonrisa se formó en su rostro, aunque su primo fuera serio y frio como hielo, no se escapaba de ser un elfo y como tal, tenía el capricho de poseer solo cosas bellas y ella no era la excepción.

-La Encontramos entre los desperdicios –contó Isis mojándose los labios secos con la lengua –Zane la dejó junto con mi nombre escrito en sangre sobre la roca.

-Entiendo –dijo Caleb y volvió a darle una vuelta a la corona –hay algo que no casa en ella, no recuerdo que tuviera algo blanco en ella –y sin más la sacudió con fuerza haciendo que dos pequeñas plumas salieran volando de entre las hojas doradas de la corona.

-¿Plumas? –emitió April desconcertada.

-Zane debió haberlas escondido en la tiara –dijo Isis con el ceño fruncido –deben significar algo importante.

Caleb bajó de Carly de un brinco y levantó las pequeñas plumas blancas que habían salido volando cuando agitó la hermosa tiara.

-No son cualquier tipo de pluma–dijo Caleb después de sobarlas por un rato con sus dedos –son plumas de Pegaso, eso no hay duda. ¿Pero en este mundo? Aquí casi nunca se ven.

-Entonces esa debe ser la pista –dijo April – ¿Dónde usualmente viven los pegasos?

-La mayoría habita en el mundo del aire, -respondió Caleb –los del mundo del Aire los usan como transporte.

-¡Aire! –Gritó Isis y luego se arrepintió por el dolor que rasgo sus lastimadas cuerdas vocales –debe estar en el mundo del aire, tú lo has dicho es el único lugar en el que viven los pegasos, además Zane dijo que estaba en otro mundo.

-¡Si eso debe ser! –exclamó Kevin alegremente.

-Entonces vayamos al mundo del aire –sugirió April.

-Si fuera tan sencillo lo haríamos enseguida –dijo Caleb viendo hacia el árbol de los mundos con un aire distraído – lo que sucede es que el mundo del aire, es solo eso: aire, por lo que si no vamos en algo que vuele no podremos ir.

-Pero debe de haber alguna forma –dijo Isis, ella sabía que si Zane estaba en ese mundo debían hacer todo lo que pudieran para ir.

-Caleb, y si le pides ayuda a Lord Helios –sugirió Carly a su amo que seguía con la mirada fija en el árbol de los mundos –puedes mandarle una carta.

-¡Tienes razón, Carly! ¡Eres un amor! –dijo alegremente Caleb esta vez fijando su vista en la yegua –seguro que Helios nos ayudara, después de todo se trata del Rey de la Luz.

-¿Hablan de Helios, el dios griego del Sol? –preguntó Isis a Carly y Caleb.

-No –contestó Caleb sonriendo viendo a Isis –recuerda que les explique que aquí sus culturas no son validas, además Helios no es un dios es un Lord del mundo del aire.

-¿Qué son los Lores? –preguntó Kevin con curiosidad desmontando a Ror al igual que April.

-Son seres que no tienen naturaleza definida –contestó Dorado con voz mucho más seria de la que Isis recordaba, una voz que tal parecía llevara aun más respeto del que dedicaba cuando hablaba de Zane –Son muy pocos Lores los que habitan los seis mundos y Lord Helios es uno de los más respetados.

-¿A qué se refiere cuando dice que no tienen naturaleza definida? –cuestionó April, sacudiendo el polvo que se había prendido en su vestido, sin duda amaba hacer eso.

-Quiere decir que no son elfos porque no tienen muchas de las características esenciales de los elfos, ni tampoco son Shinigami porque no tienen los característicos ojos rojos o seres de aire porque no tienen alas –explicó Carly mientras miraba atentamente a todos con sus hermosos ojos.

-Entiendo –susurró Isis y se dejó caer sobre el lomo de Dorado, el dolor empezaba a ser insoportable, sus quemaduras estaban escociendo.

-Bueno, creo que seguiré el consejo de Carly –dijo Caleb y empezó a desatar las bolsas que estaban atadas a Dorado –mandaré una carta a Helios para que nos mande unos pegasos, así que ustedes tendrán que regresar al palacio de la luz –dijo viendo a Dorado y a Ror –Carly tú también vas con ellos.

-¡Que! –Exclamó alarmada la plateada yegua –yo no quiero ir al mundo de la luz.

-¡Oh, vamos Carly! –Mencionó Caleb dejando las bolsas recién desatadas en el suelo –te dejaría con Hellen si pudiera, pero ella está trabajando. Así que aunque no te guste tendrás que ir al mundo de la luz, además irás al palacio de ese mundo.

-mmm –dijo Carly no muy convencida –si no hay otra opción, iré al palacio de la luz con los otros caballos. Pero más te vale ir por mí lo más rápido que puedas.

-Bien, prometido –contestó Caleb y volteó hacia Isis tendiéndole la mano para bajarla del caballo, luego recordó las manos heridas de la chica y decidió ayudarla a bajar sujetándola por la cintura, ella no se opuso, se veía demasiado débil –Tomaré el Forisen –avisó cuando ella ya se hallaba con los pies en el suelo, recordaba que había visto las botellitas en la bolsa de Isis.

-Está bien –dijo débilmente Isis recostándose en Caleb, ella sabía que si no detenía la sangre y el dolor pronto, se desmayaría.

Caleb guió as Isis hacia las raíces de un árbol donde la acomodó con cuidado, Isis le pasó la desgastada bolsa negra que colgaba de su hombro derecho. A Caleb no le tomó mucho tiempo encontrar los dos botecitos de Forisen que necesitaba, caminó hacia el sombrío árbol de los mundos, vertió unas cuantas gotas del botecito dorado y lentamente se fue formando el arco que resplandeció más en esa densa oscuridad.

-Nos veremos pronto, Carly –le dijo suavemente Caleb a Carly mientras acariciaba las sedosas crines de la yegua –Dorado cuida de Carly, suele ser muy terca.

-Claro amo –Contestó fielmente el caballo y se encaminó hacia el arco luminoso –la señorita Eclipse empacó comida en esas bolsas que usted bajó amo, no es mucha, pero debe alcanzarles para el resto del viaje –agregó y dejó que Ror pasara primero el arco y luego Carly que se despidió con una leve inclinación de cabeza –Nos veremos pronto –finalizó, para luego desaparecer por el arco.

-Caleb –llamó Kevin cuando el árbol volvía a su estado normal –tenemos que hacer algo con las heridas de Isis.

-No se preocupen, yo estoy bien –dijo Isis con la mejor sonrisa que pudo dar en el estado que se encontraba.

-No sabes mentir, Isis –le aseguró sonriendo Caleb y luego agregó viendo a Kevin –Me encargare luego de las heridas de Isis solo enviaré el mensaje a Helios.

Kevin asintió, y se hincó al lado de Isis, le dio una pequeña sonrisa consoladora mientras examinaba las manos sangrantes de la chica, al igual que una preocupada April. Caleb buscó entre sus pies una hoja suficientemente grande, y la palpó delicadamente con los pulgares como buscando algo y después de unos segundos, la hoja emitió un brillo y él detuvo el movimiento de sus dedos. Destapó el frasco de Forisen de Aire y vertió unas gotas y un nuevo arco se hizo aparecer brillando en un azul tierno.

-Go zemue Helios[ii] –susurró él y dejó que la hoja se perdiera dentro del paisaje de nubes azuladas.

-¿En cuánto tiempo crees que vengan los pegasos? –Preguntó Isis cuando Caleb caminaba hacia ella y el arco se cerraba dejando todo en la oscuridad.

-Si los mandó de inmediato, los pegasos estarán aquí por la mañana –contestó Caleb cuando se hincaba al lado de la castaña –ahora preciosa, muéstrame tus heridas.

Isis dudó cuando le tendió las manos a Caleb, ella sabía muy bien lo cansado que era usar magia y podía ver brillosa por el sudor la frente de Caleb y eso siendo él un elfo, sólo podía significar que estaba exhausto, pero aun así se tranquilizó al ver la sonrisa cálida que le mostró.

-El oro élfico solo se funde con magia, pero con fuego suele ponerse muy caliente –informó Caleb mientras examinaba las manos de Isis y pasaba una de las suyas sobre las quemaduras de ella cargadas de magia, que brillaba con un brillo similar al que un día había usado Zane para sanar su tobillo hace ya un año –debiste haber tomado la corona con un trozo de tu vestido, después de todo la tela mágica es casi imposible de destruir.

-Lo sé, pero en ese momento no pude pensarlo, lo único que quería era evitar que se hundiera –contestó Isis y sintió como poco a poco el dolor y el ardor de sus manos desaparecía dejando un suave vapor color marrón.

Cuando Caleb comprobó que las manos de Isis estuvieran en un estado pasable, movió las suyas manos aún con el hechizo de curación, hacia los heridos codos de ella que no tardaron mucho en sanar, pues no estaban tan heridos.

-Las heridas no sanaran del todo, pero por lo menos en unos dos días desaparecerán absolutamente, aunque deberás procurar no esforzar mucho las áreas heridas, ó se abrirán –explicó Caleb, revisando los pies que ya tenían ampollas donde la lava había tocado, esa parte seria fácil de sanar.

-¿Crees que Zane este bien? –Preguntó después de un rato de silencio –ya han pasado dos días, y el collar… -la voz de ella se quebró otra perla se había vuelto blanca.

-Lo encontraremos pronto, recuerda que lo prometí, ahora quita esa cara triste y si lo haces te contare un secreto –esto último Caleb lo susurró al oído de Isis.

-Bien –contestó Isis, y esta vez no le costó reír pues el aliento de Caleb había hecho cosquillas en su oído.

Él sonrió, se levantó rápidamente y fue a sacar algunas cosas de una bolsa blanca con una escritura cuneiforme, que Isis recordó estaba en el lomo de Dorado. Caleb regresó con unas vendas en las manos y poco después volvió a hincarse al frente de Isis.

-Presta las manos –dijo Caleb, destapando el frasco que había traído con él, que tenía una pasta amarillenta que olía como a hierbas machacadas –voy a aplicarte un analgésico, y luego vendaré tus manos para que sanen más rápido –Caleb volteó hacia Kevin que aun permanecía hincado al lado de Isis. –Aplícale la pasta en las manos, por favor Kevin, mientras yo terminare de sanar los pies de Isis.

-Bien -contestó Kevin cuando recibía el frasco y empezaba a aplicar la pasta con cuidado en las palmas de Isis junto con April que también había querido ayudar.

-Causo muchos problemas –mencionó Isis.

Cinco minutos bastaron para que sus heridas fueran cuidadosamente vendadas. Como Caleb había dicho que los pegasos estarían por la mañana ahí, y después de poner algunas barreras mágicas, los cuatro se habían acomodado a unos cuantos metros del árbol de los mundos, y se habían quedado dormidos. Sin embargo el sueño de Isis no duró mucho, despertó sobresaltada, otra advertencia de su abuela llegaba a su mente “El amor es magia” había dicho en su sueño “Busca la puerta abierta hacia el amor”. ¿Por qué todo tenía que venir en forma de enigma?

Se levantó lo más silenciosamente que pudo, no podía estar más tiempo acostada sin poder conciliar el sueño, caminó hacia el árbol de los mundos. Colocó su mano sobre la rugosa corteza del árbol que había cambiado su vida. Sin duda una decisión es lo suficientemente fuerte para cambiar una vida.

“Hay veces en las que se debe elegir entre confiar y no confiar, y esta es una de ellas” había dicho Zane aquella noche en que lo conoció. Ahora debía confiar en que su querido elfo estuviera con vida, debía confiar en que llegaría a tiempo, antes de que los mundos mágicos volvieran a estar en caos, y por sobre todo debía confiar en ella misma. Él la había salvado de su vida de monotonía y ahora ella tenía que salvarlo a él, y pasara lo que pasara no lo defraudaría.


[i] E pac megeppac = a los caballos

[ii] Go zemue helios = ve hacia helios

miércoles, 26 de agosto de 2009

Morir se Acaba


Este poema es un fragmento de un escrito de Martin Descalzo, para mi en lo particulas me fascina, disfrutenlo estrofa por estrofa tiene una fabulosa enseñanza.

«Y entonces vio la luz. La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.

Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura».

“Soñé, a lo largo de mi vida, muchas cosas. Ahora sé que sólo salvaré mi existencia amando; que los únicos trozos de mi alma que habrán estado verdaderamente vivos serán aquellos que invertí en querer y ayudar a alguien. ¡Y he tardado cincuenta años en descubrirlo!”.

viernes, 21 de agosto de 2009

Book II, Capítulo VI, En el Cráter del Volcán


“La verdadera amistad

Es como la fosforescencia,

Resplandece mejor cuando

Todo se ha oscurecido”.

Rabindranath Tagore

Capítulo VI

En el Cráter del Volcán

Caleb caminó por entre los árboles haciendo gala de sus reflejos élficos. Se ubicó detrás de un seco ciprés y observó a los Penumbra que acampaban a las faldas del volcán. Tres de aquellos monstruosos seres estaban sentados alrededor de una fogata en la que se cocinaba algo parecido a un venado destazado, junto a ellos había otros dos Penumbra que estaban extendidos en el suelo, parecían dormir.

Sin duda aquellos monstruos eran terribles y el fuego de la fogata asentaba más sus horribles rasgos de Penumbra. Los Penumbra eran el resultado de la deformación del alma de los muertos que no habían podido ir al cielo ni al infierno y que se habían negado a ir al purgatorio. Tenían los cuencos de los ojos vacíos como dos cavernas sin fondo. Su piel era de un gris verdoso y poseían largas extremidades provistas de una gran cantidad de músculos, vestidos solo con harapos andrajosos y una perla negra colgada al cuello.

Mientras se acercaba más a los Penumbra, Caleb pudo ver brillar las púas de los mazos de aquellos deformes seres que estaban alrededor de la fogata. Caleb sabía que tenía que pensar en un buen plan pronto, o terminaría en el lugar del venado, y eso no era nada agradable de pensar. Sabía que si peleaba podría derrotar a por lo menos dos Penumbra pero a los otros dos lo dudaba, además no estaba seguro de que fueran los únicos en ese despeñadero, y contra más Penumbra sería casi imposible salir con vida, después de todo, esos demonios eran conocidos como unos de los mejores asesinos.

Miró a su alrededor buscando algo que le ayudara a distraerlos, porque sin duda notarían la presencia de los tres humanos pronto, y sin contar que notarían la suya propia y estando tan cerca de ellos seria al primero que atacarían. Notó que el más grande de los Penumbra estaba olfateando algo, Caleb maldijo por lo bajo, el viento que corría hacia ellos no estaba ayudando en nada.

-El aire huele extraño -gruñó el voluminoso Penumbra sin dejar de oler por encima de su cabeza con frenesí.

-Estás loco, yo no huelo nada, Ulrra -le dijo el Penumbra que estaba arrodillado girando la carne del venado para que se cosiese por igual.

-Lo que pasa es que tienes hambre, mejor comamos el venado ya -dijo el otro Penumbra que jugaba con lo que parecía ser los ojos del venado - ¡Hegor, no te comas el venado! -gruñó hacía el otro Penumbra que estaba arrodillado y que tenía la boca llena de carne.

-¡Maldito Cerdo! -gritó el que llamaban Ulrra, golpeando la cabeza de Hegor que hizo un sonido similar al que hace una roca al golpear el metal -Comamos de una vez.

En menos de un segundo los tres Penumbra estaban peleando por el mejor pedazo de carne, se empujaban de una manera tan brusca que tal parecía que lo que buscaban era comerse entre ellos mismos. “Parece que les gusta jugar con la comida y tanta hambre tienen” pensó Caleb “entonces les daré algo divertido que comer”.

Caleb susurró unas palabras en lengua élfica y tan pronto como fueron pronunciadas tres pequeñas sombras surgieron de entre la penumbra para luego alejarse de él por entre las raíces de los árboles para perderse entre el campamento de aquellos abominables monstruos, Caleb sonrió, eso sería muy divertido.

-¿Qué es eso? -dijo Hegor con una pata de venado saliendo de su enorme boca.

-¿Qué…? ¡Ah! -exclamó el otro Penumbra que antes había delatado a Hegor -sabrosos ratones -agregó con entusiasmo al ver a tres pequeños roedores que los miraban con ojos inocentes.

-¡Me encantan los ratones! -dijo Ulrra girándose hacía los pequeños y grises ratones que olisqueaban el aire sin cesar -Me encanta devorarlos porque tienen una jugosas y sabrosas almas.

-¡Vamos a atraparlos! -dijo Hegor con entusiasmo.

-Si -exclamó el tercer Penumbra poniéndose de pie y tomando uno de los mazos llenos de filosas púas -Comámoslos ahora.

Caleb sonrió, los tontos habían caído en su plan. Los Penumbra empezaron a acechar a sus próximas víctimas con una agilidad poco característica en seres tan grandes como ellos, tenían expresiones realmente terroríficas, no era de extrañarse que sus presas murieran con una expresión de miedo en el rostro, pero aquellos ratones no se movieron ni un ápice simplemente se dedicaron a verlos.

Hegor fue el primero en lanzarse hacia los ratones que se escabulleron rápidamente por entre las musculosas piernas del Penumbra para luego dispersarse por todo el campamento, los otros dos penumbra se lanzaron hacia uno de los roedores que estaba sobre uno de los Penumbra que dormía en el suelo rocoso, el ratón escapó por una cola, mientras que los Penumbra no corrieron con la misma suerte y terminaron precipitándose sobre aquel penumbra haciendo que este se despertara ruidosamente, despertando a los otros dos haciendo que el lugar se llenara de molestos gritos.

Caleb se dejó caer a las raíces del árbol que usaba para esconderse, contuvo con dificultad una carcajada. Realmente era bueno sacando de sus casillas a las personas, sonrió, no estaba haciendo un mal trabajo distrayendo y molestando a esos monstruos y eso solo era el inicio de lo que sus queridos ratones les iban a hacer a esos malvados Penumbra, solo esperaba que pudiera mantener el hechizo el tiempo suficiente para que los chicos humanos encontraran lo que sea que Zane les hubiese dejado antes de que su magia se evaporara.

……………………………………….

La lava burbujeaba en la superficie, mientras poco a poco iba devorando la orilla de las delgadas rocas que flotaban sobre su espesura. Isis se las había arreglado para bajar hasta las pocas rocas que flotaban sobre la fulgurante lava. Kevin había insistido en bajar junto a ella, pero Isis se había negado a que April bajase junto con ellos, en suficientes peligros había metido ya a su amiga como para que ahora arriesgara su vida en el cráter de un volcán a punto de entrar en erupción.

Isis suspiró, era realmente sofocante el calor que despedía la lava, su carne ardía, sus ojos lagrimeaban y con cada respiración sus pulmones escocían por el terrible calor extremo. Sin duda la ropa que llevaba no estaba hecha para un lugar tan caliente como aquel, su vestido era demasiado grueso además de largo y sus zapatillas tan delgadas que no podía estar más de unos cuantos segundos en un mismo lugar o sus pies se quemaban.

Saltó hacía la última roca que la separaba del otro extremo del volcán y unas gruesas gotas de lava salpicaron su vestido, por un momento pensó que se quemaría, pero simplemente las gotas resbalaron por la negra tela hasta la roca donde emitieron un sonido silbante al carbonizarla. Isis contempló su vestido, una línea rojo brillante había quedado donde las gotas de lava se habían deslizado. Recordó que el vestido que llevaba estaba hecho de tela élfica la que no podía ser destruida excepto con magia, era un alivio que por lo menos la protegiera de la lava.

Kevin se colocó de un salto a su lado, sudaba a chorros, Isis sabía que su amigo no estaba hecho para trabajos físicos, pero aun así siempre trataba de esforzarse lo más que podía.

-La tela élfica nos protege de la lava -le informó a Kevin mientras le mostraba su vestido manchado de rojo.

-¡Era lo menos que podía hacer! -reclamó él, limpiándose el sudor de la frente -vamos Isis, busquemos lo que tengamos que buscar y larguémonos de aquí.

-Sí, tienes razón, es mejor que nos apuremos, me preocupa Caleb -dijo Isis y saltó al borde de la pared del volcán seguida por Kevin.

-Y ¿desde cuando te preocupa tanto ese elfo? -preguntó Kevin alzando una ceja.

-¡oh!, vamos Kevin ¿Qué insinúas? -contestó ella sin voltearlo a ver.

-Yo, nada -dijo Kevin en su defensa -es solo que la última vez que te preocupaste tanto por un elfo las cosas terminaron algo… extrañas…. Bueno… no más bien diferentes.

-Eso es… -Isis enmudeció cuando apreció el lugar que tenía delante, las cosas estaban tal y como las había visto en su visión, ahí estaban los grilletes y los restos de comida que apestaba el lugar y aquel revoltijo de mantas. Buscó con la vista algo que le hubiese dejado Zane, algo fuera de lo común, soltó una amarga carcajada, todo lo que estaba pasando estaba fuera de lo común. Volvió a revisar pero luego pensó que si él le hubiese dejado alguna pista la había tenido que esconder muy bien.

-Debe de haber algo ahí –le dijo Kevin mientras le señalaba la pila de basura –seguro que nadie pensaría en registrar algo tan asqueroso como eso.

-Tienes razón, además se ve que quisieron deshacerse de eso, después de todo lo dejaron muy cerca de la lava -apoyó Isis, mientras comenzaba a caminar hacia la pila de basura con Kevin a su espalda.

Isis removió algunas de las cosas en descomposición, con mucho cuidado de no quemarse con la lava, pues podía que su vestido protegiera a su cuerpo de las quemaduras, pero sus manos estaban desprotegidas. Movió los huesos de alguna ave y cáscaras de frutas pero no había nada.

-¿Qué es eso? –Preguntó Kevin señalando unas manchas rojas en la roca, Isis las siguió con la vista –creo que dice algo.

-Sí, creo que dice: 15151515 –dijo Isis al ver aquellas raras marcas rojas.

-¿Crees que esos números sean la pista? –cuestionó Kevin hincándose al lado de Isis.

-No lo creo –respondió ella al momento que tocaba aquellos números, estaban hechos de sangre seca –después de todo es una pista para mí, así que tiene que significar algo para mí, pero esos números no significan nada.

-Entonces deben significar otra cosa, 15151515 –susurró Kevin pensativo.

Isis contempló por un momento aquella cifra, Kevin tenía razón, debían significar algo, pero la cuestión era ¿Qué?, recordó sus pláticas con Zane, tal vez él comento algo que tuviera que ver con el número 15 y ella no lo recordaba, o tal vez hubiese pasado algo el día 15, o tal vez…

-¡Isis! –Exclamo ella poniéndose de pie –no dice 15151515, dice: Isis, Isis.

Un rugido la interrumpió y la lava subió unos centímetros más, el volcán estaba a punto de entrar en erupción, hubo otro rugido más y esta vez toda la basura cayó a la lava, Isis corrió hacia la orilla con la intención de salvar algo de la basura pero solo consiguió sujetar unos cuantos pegajosos huesos y otra cosa que solo logró rozar, haciendo que cambiara de dirección hacia la roca de la orilla, donde rebotó y volvió a caer a la lava. Giró sus ojos en dirección a donde había caído aquel objeto, y solo le tomó un segundo comprender lo que era, se tiró a la orilla de la roca que estaba a punto de desmoronarse dejando que la lava manchara la parte baja del estomago de su vestido, estiró su mano hasta tocar el oro elfico que hirvió contra sus dedos, sus instintos la hicieron retroceder de inmediato, pero debía alcanzarlo, volvió a estirar la mano, no podía permitir que la lava devorara aquel objeto, oyó gritos de Kevin a lo lejos, su mente estaba concentrada sólo en alcanzar la caliente pieza de oro, sintió como Kevin tiraba de sus tobillos para hacerla volver a la parte segura del volcán pero no podía alejarse, lo que se estaba hundiendo era la tiara que denominaba rey a Zane, una vez más estiró su brazo y esta vez su mano logró alcanzar la pieza, el oro silbó al quemar su piel, pero aunque su piel se carbonizara no iba a soltar la tiara, jaló con fuerza para extraerla de la lava y luego la atrajo hacia sí.

Isis se puso de pie de un brinco y antes de poder lanzar la tiara hacia la roca otro rugido la hizo perder el equilibrio, estaba por caer a la lava cuando Kevin la sujetó del brazo devolviéndole el equilibrio, cambio de mano la tiara y dio unos pasos más cerca de Kevin.

-¡Kevin, Isis, deben salir ahora! –gritó April desde arriba.

-¡Vamos! ¡Si no salimos ahora de aquí, no saldremos nunca! –le gritó Kevin a Isis para contrarrestar el abrumador sonido que provocaban los constantes rugidos del volcán.

Isis asintió, buscó el camino más fácil para salir, pero en ese momento por el humo era sumamente difícil encontrarlo y eso sin contar que la roca fundida ya había crecido unos diez centímetros. Apretó el oro entre sus manos entumecidas por el dolor, entonces recordó que llevaba su bolso colgado al hombro, metió la tiara en el bolso y con los ojos llorosos estiró sus dedos sintiendo correr la sangre que entre sus quemadas manos se sentía fría, apretó los dientes y tomando impulso saltó hacia la roca por la que habían venido, Kevin saltó detrás de ella.

Con mucho cuidado se fueron abriendo paso por entre los restos de roca hasta llegar al otro extremo donde habían bajado después de hacer milagros para no caer a la incandescente lava, a causa de los prominentes temblores que sacudían el volcán. Isis suspiró con resignación, lo peor estaba por empezar, aun tenían una ardua tarea, tenían que escalar los cinco metros de pared volcánica que los separaban del lugar donde estaba April. No habría habido problema si sus manos no hubiesen estado en carne viva, ignoró el dolor agudo en las quemaduras y volteó hacía la pared volcánica.

-Sube primero –le dijo a Kevin con un tono de valor mal fingido.

Él la miro por un momento evaluando el estado en el que se encontraba ella, aunque negó con la cabeza, empezó a escalar rápidamente con un poco de dificultad.

-Anda, no te quedes atrás –le animó él cuando ella llevaba unos pocos metros arriba y se había detenido.

Ella suspiró, era más fácil decirlo que hacerlo, pero aun así siguió con la dolorosa labor. Cuando Kevin se halló al lado de April tomó la muñeca de Isis cuidando de no lastimar sus heridas manos y la jaló hacia arriba, ella gimió de dolor, podría jurar que ahora no solo las palmas de sus manos estaban peladas hasta los huesos ahora también lo estaban sus codos, rodillas y no solo era eso, ahora sus pies se habían quemado por el rocío de lava que se había desprendido de su vestido. Suspiró con pesar, ahora solo quedaba bajar.

…………………………………….

Caleb estaba por ahogarse con su propia risa, esos tontos Penumbra seguían persiguiendo a los tres ratones que había convocado con ayuda de la magia, lo más gracioso de todo era que uno de ellos se había metido en la garganta de uno de esos horribles monstruos, Ulrra, y lo estaba estrangulando, sus compañeros gritaban tratando de sacar al ratón de la garganta del Penumbra, pero por más que trataban no podían. Por la forma en la que gritaban tal parecía que aquel sucio Penumbra era su líder y eso significaba que matarlo tenía más valor que matar a cualquier otro de los ahí presentes. Sonrió, que bueno que se le había ocurrido ese plan.

Caleb dirigió su mirada hacia el imponente volcán, se mordió el labio inferior con fuerza, desde hacia varios minutos que el volcán rugía y emitía una gran cantidad de humo negro y denso que se elevaba hacia el negro cielo. Sin poderlo evitar se estaba empezando a preocupar por los humanos, el humo cubría cualquier olor, así que podía dejar a los Penumbra e ir a buscar a los chicos antes de que el volcán entrara en erupción.

Enfocó su vista hacia el lado del volcán que podía apreciar, sus pupilar se dilataron en un abrir y cerrar de ojos volviéndose finas y alargadas dándole un toque felino. Pudo ver tres siluetas humanas que bajaban torpemente la rocosa superficie del volcán, vio la silueta que sería Kevin que traía a otra figura más, enfocó con frenesí su vista hasta contemplar, que como había predicho, Kevin bajaba del volcán con una tambaleante Isis que sujetaba por el brazo. Pudo ver manchas rojas sobre la superficie negra del vestido, tal vez sangre. Sería mejor ir hasta ellos, si encontraba a Zane y este encontraba a Isis en malas condiciones, o peor aún, la encontraba muerta sin duda su cabeza rodaría por el suelo.

Llamó su flecha y pronunció el lugar al que iría en lengua élfica y dejando un rastro de humo azul desapareció.