jueves, 18 de junio de 2009

La Princesa que no Podía Reír



Había una vez una preciosa princesa de dorado cabello y piel tan suave y perfecta como el pétalo de una rosa, con labios rosados y preciosos ojos verdes, que vivía en un inmenso palacio, ella era la favorita de su padre, el Rey Aron. Su nombre era Emily.

Pero algo no estaba bien en la bella princesa, ella no podía reír, por más que su padre trataba de hacerla reír, no lo conseguía, así que el Rey hizo un anuncio para todo el pueblo, diciendo que el que hiciera reír a su hija, se casaría con ella y heredaría el reino.

Entusiasmados por esto cientos de caballeros viajaron desde los confines del reino hacia el inmenso palacio para hacer reír a la Princesa Emily, pero nadie hacía reír a la princesa, “Son muy aburridos, Padre” decía la princesa, “intentan hacerme reír con sonrisas tan falsas como su interés por mí”, así que el rey perdió la esperanza.

Tiempo después, cuando ya nadie esperaba que alguien llegara a hacer reír a la princesa, apareció un apuesto príncipe con un horrible guasón.

-Permítame su excelencia, que mi guasón, intente hacer reír a su joven hija –Solicitó el príncipe.

-Qué intente lo que quiera –respondió el Rey sin ponerle mucha importancia, pero para su sorpresa solo bastó un pequeño truco del guasón para que su hija sonriera con alegría -¿Cómo ha conseguido eso? –Quiso saber el Rey.

-Vera su alteza –musitó el guasón –su hija lo único que necesitaba era recordar como sonreír de verdad, no con falsa alegría, así que una de mis sonrisas y una hermosa rosa era lo que esta preciosa princesa necesitaba, una verdadera dosis de alegría.

-Así es padre –dijo sonriendo Emily –yo deseaba de todo corazón ver una sonrisa genuina, pues el que me la mostrará sería digno tanto de mi corazón como de tu reino.

-Así pues, Gran Rey, con esto debo suponer que he pasado la prueba –dijo el príncipe.

El Rey, guardo silencio y tan sabio como siempre, le dijo que el que se había ganado a su hija y al reino era el guasón. Así que sonriendo, el príncipe se aparto y dejo que el payaso se quitará su disfraz.

-Conociendo su gran buena voluntad, mi Rey y sabiendo que bajo ninguna circunstancia se dejaría influenciar por las apariencias -continuó el príncipe –me gustaría presentarles al verdadero Príncipe.

El guasón ahora sin rastro del disfraz, se acercó a la princesa con una sonrisa tan deslumbrante como su belleza masculina.

-Mi princesa –susurró el ex guasón antes de depositar un dulce beso en la mano de Emily –me complacerá que usted me acepte en su corazón y en su reino

Y así sonriendo el príncipe y la princesa, vivieron felices para siempre.

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